miércoles, 25 de julio de 2007

Mi primer Dada

Este escrito data de Noviembre de 1996.
Se trataba de que yo hablara para que mi hermano pudiera entrenar su mecanografía. El texto fue esputado entonces en puto directo.

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CAPÍTULO UNO

Encontré mi huevo en un ático profundo. Mis pantalones bajaban su cuello haciendo que su garganta se contrajera más y más a cada momento. Cada vez más profundo, como el agujero del tubo de escape de mi Toyota, que necesitaba una reparación pues el otro día me hizo patinar en la carretera hacia Acumuer. Carretera que contenía , a su pesar, una lata de Nestea en la primera rama del árbol que encontramos al pasar el túnel que confluía sobre su sexo, que también era profundo, así como el orificio nasal de su mujer, que regalaba gatitos en una plaza escondida de Valdefierro; aunque también se pasaba por Santa Isabel para ofrecer arreglos de fontanería. Vestía un traje largo cuando la conocí por primera vez en la fiesta del marqués, de cuyo nombre no puedo acordarme, ya que mi diccionario anda mal de pilas. Me hace sentirme realizado el hecho de que siempre en el balcón, está tu amante, tuerto, como suelen ser todos tus amantes. Literalmente, no se te ocurre buscar otro compañero que no posea tal propiedad ocular. Puesto que a mí me molesta tu promiscuidad, no deberías meter gusanos en nuestro lecho. Ya te sorberán el cerebro suficientemente en el de muerte, que construiré bajo el mío como buen judío con el sudor de mi culo. Aunque la muchedumbre piensa que mis discursos no son suficientemente filosóficos para compararse con la masa de mis sucesores, y no me refiero a la ósea, aunque en cantidad me han superado, mi propia calidad es superior a la de los susodichos discípulos. Quizás no me haya prodigado tanto en mis escritos pero seguro mi discípulo favorito, mi compañero de la mancebía Don Amador Sexos, hombre respetado en cualquier confín, me habrá guardado un sitio en su cátedra, en el sector derecho de la madera que tiene la misión de funcionar de posamanos, que sujeta mi pompis con gran dulzura, me ofrece una perspectiva perfecta de la ya tradicional conversión al catolicismo de los paquidermos mudéjares que con tanto valor habían defendido su posición crepuscular bajo el manto de la decimoséptima convención, ahora sí, sodomizadora, como apunta mi compañero de las teclas, y cerrado el paréntesis, convención de Sabios Mozárabes, habitantes de la España profunda, como elementos de transición interna, léase el señor Actinio, reconocido jugador de parchís, siempre que encuentra al vicioso Praseodimio González arañando la muesca que la carcoma dejó debajo de la mesa de su despacho color fosforito elegido por Amanda, su mujer, una espídica habitante del mundo en que su marido y su amante, Lutecio, no han intervenido nunca en su íntegra penetración, ya que llegaron a un oscuro pantano y sonó el teléfono.

CAPÍTULO DOS

Tras este jugoso y feliz paréntesis en el que nuestras posiciones de memoria descansaron, sobre verdes hamacas color papoburra que a mi compañero le parecían dulces a pesar de no haberlas probado, ya que su lengua sólo ha sido exteriorizada para comprobar el nivel de pluviosidad. Capilar, ya que en aquel momento se encontraba expuesta sobre la alopécica cefalia de Don Pontífice. Pontífice que encontrábase en la plaza de San Pablo exhortando a sus masas acólitas sobre la ingesta de pizza en la hora del amanecer etílico llegando a extremos inconcebibles de la operación humana. Menos mal que este antiguo texto sólo había sido mordido por cientos de termitas asesinas, ya que si su número hubiera ascendido a miles su vómito hubiera hecho ilegible los caracteres del mismo, lo cual la han convertido en una traducción fácil y accesible para mis discípulos, por los cuales me desvivo en impía misión apostólico-evangélica. Ellos no las merecen puesto que han cometido la osadía de superar mi nivel de pajemake en el cual yo hube sido el rey durante más de dos días, cifra respetable a este lado del Atlántico Norte. Vivía en un extraño pueblo del norte a las orillas de un execrable lago de condiciones, a y b, súbita e innecesaria, respectivamente. En mi casa del pueblo encontré un ratón, un ratón chiquitín, que uaba con su madre, lo cual no me pareció muy correcto a expensas de lo comentado por el gran poeta Virgilio, también aficionado a la práctica del úo, pues su intelecto no permitía el estudio del mismo, pero su gran experiencia lo delataba como gran conocedor de este tipo de vida sexual 1. A veces creo encontrarme hombres desnudos, también puede decirse sin ropa2, con mujeres desnudas , como proponía el gran autor clásico Siniestrus Totalis, al que debo mi experiencia profesional como proveedor de suelas para calzado equino a las granjas heladas de Frío. Gran lugar aquél en el que mulatas amarillas-parduzcas exhibían su cintura llegando a copar el horizonte. Volviendo al tema, Siniestrus Totalis, se perfila como el gran autor de nuestro tiempo, amante de la Ilíada y de la Josefina, mujer cuyos encantos provenían de una ínclita raza3caupolicana protopícara y censal de Ponferrada, aunque llegó a ser, gracias a muchos esfuerzos, una chica muy mona, que vivía en Barcelona; tal como apunta nuestro compañero arriba nombrado. Comentar también que nuestro amigo se ve ayudado con fea4frecuencia, por su prostitutivo tío Don Sendos Sexos, primo del nombrado Señor Sexos5, con quien buenas mariscadas he disfrutado, mientras su mujer me chupaba la cigala. Aquella sensación fue muy dolorosa ya que dijo que no le gustaba la cabeza y, asiéndola de las antenas, la extrajo llegando hasta su estómago que sufría de furor ulceroso. Por lo demás, aquella cena fue muy beneficiosa para mi acritud, enfermedad que vengo sufriendo desde mi lactancia, puesto que me confundieron con Durruti en el momento de inscribirme como universitario agregado en el segundo festival de coros y danzas en la incólume ciudad (de)6 Derrastrillos7, provincia de Tijuana Blú a la orilla de una avenida reconfortante y traficosa como a veces podría ser la de Rozas, en honor de Don Diego de Rozas, ilustre y constante barbitúrico de todos aquellos que se lo propusieran o propusiesen, ya que tanto monta , monta tanto, como todo el mundo sabe. Y nos referimos al mundo entendiéndolo como ente superficial, confiriéndolo de detalles que pudieren escapársele a un somnoliento de mi incumbencia, mi arraigado y cejijunto teclista forjado en la mojada lluvia de Barracaldo.

Tomo primordialmente como principal el estado monacal de la margarita virgen. Desde él puedo explorar los recónditos pensamientos triviofrugales e ínclitos de un extraño parecer. Incluso, me permito trascender , de entre las piedras para mi fugacidad exteroceptora. Tras las montañas de negra umbriaguez destaca por su sitio la matinilidad inoperante de un cochino jabalín, que sumido en su profunda integridad perdona el aliento a aquél extraño insecto, que, feliz, le recompensa con sexo.

Un comienzo tal no se daba desde los albores de la antigüedad clásica, cuando los sabios vomitaban arena por las corrientes fluviales que producían sus primogénitos mal atendidos por sus mujeres, que, zorras ellas, refocilábanse entre el lodo cual puerco en jarrones de lana. Arte, asimismo, poco conocido por los sabios, que por su ignorancia guardábanse de comentarios a sus consortes pugnando por la mayor filosofía de los contendientes, que, por otra parte, eran parte de sí.

¿Quién puede conocer al detalle los entresijos intelectuales dórico-jónicos? Evidentemente, acabamos de presenciar un vocablo doblemente acentuado, que ha sido subrayado por mi amigo el ordeñata. Gran potencia la de este amigo aunque no distinga a los Esmasin Punquis de la señora Martirio, la cual, con todos mis respectos, goza de exagerado volumen supracefálico. Un volumen extremado dada la nula capacidad del gusano de terruño gallego para soportar el peso de los años, aparte de una excesiva tendencia a la morriña, aquél vocablo surgido del cerebro objeto de macrocirugía nasal para comprobar la rugosidad del susodicho mentalizado venial.


1Muy practicada a esta orilla del Mississippi en el tiempo en el que este texto fue vomitado por el intestino ventral de una extraña ave pixerofágila.

2Me limito a la traducción literal del texto.

3Se prescinde del vocablo “ubérrima” por no considerarlo apto para el nivel del curso, ya que aún no ha estudiado el Modernismo latino.

4No es mi vocablo preferido, pero la traducción literal exige este tipo de hacendosas responsabilidades por parte del autor-traductor y auditivas por parte del teclista/ organista.

5Véase primer capítulo, número 1, que curiosamente fue el primero en proferirse ( como puede usted suponer, literalmente).

6Ahora sí.

7No cabe aquí la forma de Rastrillos, que mi ignorante compañero admitiría como, en todo caso, indiscretamente correcta.







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