Moldavia huele a sobaco,
a campesino tañendo la guitarra flaca.
A flauta del intestino,
madre y doncella sudorosas,
huesos para el perro.
A música del cielo.
Calor profundo, cuentos de terceros.
A tabaco.
De un amor despreocupado,
nace el germen del buen vino.
Moldavo, seas bienvenido.
martes, 30 de octubre de 2007
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